miércoles, 25 de agosto de 2010

ARISTÓTELES. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO


QUE ES CONOCER

Aristóteles define el conocimiento como «la posesión intencional de la forma del objeto conocido». Según la teoría hilemórfica, los cuerpos se componen de materia y forma, y conocer es poseer la forma sin la materia, en dos sentidos:
a) Porque del objeto conocido sólo asimilamos su forma. Por ejemplo, ver una montaña y captar su tamaño y color no implica meter materialmente esa montaña en nuestro ojo y en nuestra cabeza.
b) Porque la forma captada no conforma mi cuerpo (no adquiero el color ni el tamaño de la montaña) sino mi facultad de conocer.

Conocer es, pues, adquirir formas. Por eso dice Aristóteles que «el alma, por el conocimiento, es en cierto modo todas las cosas», puesto que es capaz de captarlas y asimilarlas todas.

TIPOS DE CONOCIMIENTO

Conocemos el mundo a través de las sensaciones que nos llegan por los cinco sentidos. Pero, más allá de la sensación que nos permite ver u oír algo, podemos preguntarnos qué es ese algo, y esta sencilla distinción nos dice que existen dos tipos de conocimiento: el sensible y el intelectual.
Todo conocimiento comienza por la acción física de un estimulo sobre un sentido (el oído, el tacto, el gusto, la vista o el olfato), pero se convierte en un fenómeno suprasensible: la impresión sensorial subjetivamente vivida. En De anima, Aristóteles estableció una clasificación de los sentidos que ha mantenido su validez desde entonces. En esas páginas define sentido como «lo que tiene capacidad de recibir en si mismo las formas sensibles de las cosas, sin su materia (…) del mismo modo que un bloque de cera recibe la impronta de un sello de hierro o de oro».
Gracias a las sensaciones se nos hace presente la realidad, formamos un reflejo subjetivo del mundo objetivo. Ese reflejo es un fenómeno psíquico, algo que procede de la interacción de las cosas con mi facultad de conocer. Determinar la naturaleza de ese algo equivale a tropezar con la enorme dificultad de determinar la naturaleza de lo psíquico en cuanto reflejo o imagen de la realidad.
Las preguntas sobre lo que sentimos no se contestan con los datos captados por el ojo o los demás sentidos. El ojo ve, pero no es de su incumbencia saber en qué consiste eso que ve. Ésta es incumbencia del entendimiento, cuya forma de conocer es muy diferente del conocer sensorial: entender el calor no calienta, mientras que sentirlo si.


A diferencia de lo que les ocurre a nuestras manos, nuestro entendimiento puede jugar con fuego sin quemarse, y ello es así porque lo que conoce son formas conceptuales, y los conceptos son mucho más inmateriales que las sensaciones. Aristóteles también observa que la facultad de elaborar conceptos inmateriales ha de ser igualmente inmaterial.
En la percepción sensible, la presencia de las cosas es reflejada por nuestra subjetividad. Pero, cuando pensamos, no necesitamos la presencia de las cosas, ni reflejamos su configuración material. Saber que Sócrates es padre de dos hijos no exige tener delante de la vista al padre y a los hijos. Saber que Sócrates es mortal no es una sensación provocada por un estímulo físico, pues es imposible ver la mortalidad. Padre y mortal son conceptos y, como tales, no son representaciones sensibles sino intelectuales, y no los produce el ojo ni el oído sino el pensamiento.

Para formar un concepto la mente debe llegar; a través de las cualidades sensibles de un objeto, hasta su misma esencia: a lo que tiene en común con los demás objetos de la misma especie. Para los sentidos, una balanza romana y una balanza electrónica no tienen nada en común. Sólo la mente aprecia que, en esencia, son objetos iguales: ambos realizan la misma función, ambas son igualmente balanzas. Pero el concepto balanza —instrumento para pesar— no incluye el color, ni el tamaño, ni la forma, ni otros datos sensibles. Eso quiere decir que el concepto va más allá de la información obtenida por los sentidos.

Los seres físicos pueden ser sensibles en acto (si hay luz, una mesa puede ser captada aquí y ahora por el sentido de la vista). Pero ningún ser físico es inteligible en acto. ¿Cómo podemos entonces conocerlo con la inteligencia? La respuesta de Aristóteles es la siguiente: a partir de las imágenes sensibles la propia inteligencia las hace inteligibles, iluminándolas con una luz intelectual que brota del intelecto agente. De este intelecto dice Aristóteles que es una luz siempre en acto (siempre encendida). Además del intelecto agente existe también el intelecto pasivo o paciente, que es el que recibe las formas inteligibles y las entiende al verlas iluminadas por el intelecto agente.

Las formas inteligibles captadas por los conceptos tienen las propiedades que Platón atribuyó a sus «ideas», y por eso dirá Aristóteles que «el lugar de las ideas es el pensamiento». También dirá que las ideas no son innatas, pues «nada hay en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos». Con esta segunda afirmación, Aristóteles se distancia definitivamente de la teoría platónica de la reminiscencia.

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